Por: Jorge Francisco León Ayala
¡Se ha iniciado una revolución! Las gentes de este lado del continente están despertando de su letargo y han comenzado a entender que muchas de sus soluciones a los problemas económicos y sociales que les aquejan se hallan en el trabajo. Parecería que esto es apenas axiomático. Otros asegurarán que nuestros ciudadanos lo sabían de tiempo atrás; no creo que ello sea tan evidente: nuestra historia es una sucesión de hechos a través de los cuales se muestra nuestro altísimo grado de dependencia de los resultados del trabajo ajeno, o por lo menos de la dirección de otros.
A la llegada de los españoles a estas tierras americanas encontraron a grupos de aborígenes que habían conseguido bastarse por sí mismos; los sometieron y, si bien algunos se rebelaron, fueron más quienes bajaron sus banderas para resignarse a asimilar las enseñanzas de sus conquistadores; ellos, con una pesada carga psicológica de varios cientos de años de invasión mora, dedicaron sus energías a enseñar a los nativos el valor de ser obediente, para dejar que otros dirigieran y el sometido se limitara tan sólo a trabajar, aún sin conocer la finalidad de sus esfuerzos.
Conocer de cerca la historia económica de nuestras naciones nos revela la penosa lucha de quienes decidieron tomar la tarea de la productividad como suya y decidieron que hacer empresa era la misión más productiva. También nos deja ver cómo ese espíritu de lucha se acrecienta cada vez más; el vigor de ese deseo de empresa, es el mayor tesoro que abrigan las almas de este continente. Hoy, por fortuna, la historia es bien diferente a la de siglos atrás: crece cada día el número de personas con el espíritu de autoconfianza, aventura y disposición para ensayar cosas nuevas.
A quienes formamos parte del llamado "tercer mundo" nos ha correspondido la tarea de ir contra el tiempo, de recuperar lo no realizado por las generaciones anteriores en términos de tecnología y desarrollo; es mucha la ventaja que las otras naciones del mundo nos han tomado. A las generaciones presentes no nos queda más remedio que crear, al tiempo que producimos. Ello implica despertar el volcán llamado empresa que cada uno poseemos; no se trata sólo de crear nuevas empresas, necesidad evidente en nuestras economías, sino de impulsar simultáneamente la actividad empresarial interna.
El gran "bing bang" del universo nos enseña cómo los ciclos de expansión y contracción se suceden sin cesar en la naturaleza. Nuestra sociedad está atrapada en un tira y afloja entre lo grande y lo pequeño. Anhelamos conseguir las satisfacciones que nos dan las pequeñas empresas personales, su sensación de independencia y libertad es maravillosa; pero, sería poco inteligente si solamente propiciáramos el espíritu empresarial en nuevas estructuras, botando por la borda todo lo recorrido con las empresas que han construido nuestro presente y que son la base del futuro de nuestras naciones. Necesitamos aprovecharnos de las ventajas de ser pequeño y grande a la vez.
Requerimos cada vez más de nuevos empresarios, pero también nuestras organizaciones necesitan de empleados que se comporten como empresarios. Las empresas de hoy deben apoyar a las personas de ideas e iniciativas que posean en sus estructuras, pues ellas son los agentes de cambio; la esperanza del futuro. Nuestros cambiantes mercados requieren que las actuales empresas tomen iniciativas tecnológicas o comerciales y se mantengan combativas, generando evidentes ventajas competitivas, pero ello solo es posible si las personas que están en su interior, se hallan capacitadas y dispuestas a fortalecer sus respectivas áreas de responsabilidad.
Los hombres y las empresas se necesitan mutuamente. Esta simbiosis se hace más evidente en épocas difíciles como las que viven nuestros países. Lo malo es que los empresarios y las empresas grandes no se entienden muy bien. El empresario requiere de una gran compañía para poder poner a prueba sus ideas, mientras que la compañía necesita de la fuerza innovadora y la iniciativa del empresario. Pero éste quiere ser su propio jefe y una gran compañía no suele dejar mucho campo a la propia iniciativa; debe considerarse sin embargo que casi nunca se da la innovación en las organizaciones grandes sin que haya un individuo o un grupo pequeño dedicados apasionadamente a realizarla. Cuanto más pronto aprendamos aprovechar el talento empresarial dentro de las grandes organizaciones, mejor.
Los conocimientos nuevos crean la oportunidad de hacer cosas nuevas y, la edad de la innovación es compañera natural de la edad de la informática que estamos viviendo. Nuestras grandes empresas poseen cada vez mejor información pero su verdadero cuello de botella es en realidad la forma como las personas de la organización pueden aprovecharse de ella, en usarla para hacer cosas nuevas. Esto significa que las organizaciones tienen que conceder a sus empleados libertades más parecidas a las de los empresarios; ello representa dar un gran salto hacia la cooperación y más altos niveles de libertad, consiguiendo con ello más efectividad y productividad. En el futuro, los empresarios internos de nuestras compañías realizarán una proporción cada vez más importante del trabajo de estas instituciones.
He aquí algunos consejos interesantes para incrementar la productividad de su empresa logrando el desarrollo de los talentos de sus empresarios internos.
CAPITALICE LA EXPERIENCIA:
Un empresario interno no es necesariamente el joven emprendedor; hay empresarios internos formados a través de la experiencia del trabajo. Haga que usted, y las personas de su grupo cosechen la filosofía de su diario trajinar. Una actitud de autoevaluación permanente es sana en el presente, pero más aún, se convierte en la llave de un futuro mejor para todos.
SEA VISIONARIO
No se limite a cumplir la orden recibida o el procedimiento habitual; interróguese acerca de mejores maneras de hacer las cosas; comparta sus inquietudes con quienes tienen poder decisorio y llegue al descubrimiento de especulaciones de éxito mediante el rigor de su visión.
APRÓPIESE DE LA VISIÓN GLOBAL DE SU EMPRESA
Imagine de manera realista la situación general del negocio; analice cómo su actuación afecta el área bajo su responsabilidad y a la totalidad de la empresa; estudie cómo reaccionan sus clientes e innove, de acuerdo a las conclusiones de su investigación personal.
RODÉESE DE PERSONAS QUE LE AYUDEN
Genere rededor suyo un grupo creativo que esté dispuesto a ser innovador dentro de las reglas de su organización; comunique toda idea mejoradora y, sobre todo, no se apegue a la rutina ni se desconsuele porque su idea no fue acogida; el empresario debe aprender a vender, sobre todo cuando el producto que tiene para vender es un intangible como una idea innovadora.
DESCUBRA QUIEN LE PISA LOS CALLOS
Ante el principio físico de que 'toda acción genera una reacción igual y de sentido contrario', esté vigilante de las consecuencias directas e indirectas que puedan producir sus ideas e iniciativas, a fin de buscar con ellas más amigos y no más enemigos.
SEA FIEL A SUS METAS, PERO REALISTA EN SU ALCANCE
Trabaje por objetivos y no con el horario; avance cada día hacia su meta pero no se desvíe de la realidad. Ante todo, no niegue las circunstancias que vive; úselas.
COMBINE LA VISIÓN CON LA ACCIÓN
La práctica de las tareas exige más planeación que ejecución, pero el éxito combina ambas cosas en la proporción conveniente. No se limite a hacer planes; determine la organización de los recursos involucrados y los medios para realizarlos. Los empresarios internos son a la vez pensadores y ejecutores, planificadores y trabajadores.
SEPA REALIZAR CUALQUIER TRABAJO NECESARIO PARA EL FUNCIONAMIENTO DE SU PROYECTO
Conocer, y en lo posible saber ejecutar todas las tareas aumentará no solamente su capacidad conceptual sino que podrá anticipar las consecuencias de sus acciones. Los empresarios internos realizan todo tipo de trabajos, aún los humildes que llevan el éxito de un proyecto nuevo.
PONGA A PRUEBA SU DEDICACIÓN
Conviértase en un buen inversionista de su propio trabajo; mida hasta que punto desea dedicarse a una misión y sepa equilibrarlo no solamente con la recompensa de corto plazo, sino con los beneficios de largo plazo, sin importar lo poco tangibles que éstos sean. Al fin y al cabo, ésos son los riesgos que debe aprender a afrontar el empresario.
SEA UN FANÁTICO DE LA CALIDAD
De hecho, para el empresario interno es más importante la propia satisfacción que el dinero que pueda ganar. No permita que la tristeza de una calidad deficiente empañe la pasión de hacer algo con excelencia; mantenga vigentes y a gran altura las normas internas.
REVALÚE SU ACTITUD HACIA EL TRABAJO
¿Qué es un trabajo para usted?
No piense que el trabajo es un castigo, porque sentirá culpabilidad. No piense que el trabajo es explotación y opresión, porque tomará actitudes negativas. No piense que el trabajo es aburrido, porque sentirá desánimo.
El trabajo trae consigo grandes valores, si nosotros los queremos descubrir y aprovechar. Estos son algunos valores altamente positivos del trabajo.
El trabajo proporciona salud física y mental.
El trabajo es una actividad creadora.
El trabajo nos permite ser útiles al bienestar de la humanidad.
El trabajo es un camino seguro de realización personal.
El trabajo es el mejor medio de descubrir los propios valores, las propias capacidades.
El trabajo es una oportunidad de encuentro con otros seres humanos para compartir la vida.
El trabajo es una fuente de ingresos económicos para conquistar los bienes y servicios, necesarios para lograr el bienestar, al cual tenemos derecho. Piense bien, piense lo mejor del trabajo.
SUPERE LOS ERRORES Y FRACASOS
Es diferente ser un derrotado, un fracasado a considerar que en una acción determinada se fracaso. Directivos y empleados deben dedicar tanto tiempo para aprender de los errores, como para prevenirlos. En las cosas nuevas se cometen errores, pero una vez identificados su corrección se debe sistematizar para hacer de ellos parte importante de la propia escuela.
Finalmente: si nuestras empresas desean alcanzar dos de sus objetivos capitales; crecer e innovar, deberán contar en sus filas con personas de espíritu empresarial; deberán aprender a arriesgar y trabajar simultáneamente, permitiendo que se combinen en una misma persona al visionario y al actor insaciable, al funcionario técnico, amante de la productividad, al relacionista comunicador y generador de climas favorables, y al creativo empresario que critica constructivamente, pero que no se limita a exponer los problemas, sino que se compromete en la optimización de sus soluciones.