Por: Luis Tayron Losada Pedraza - DBA
Cuenta la historia que un rey recibió como obsequio, dos pequeños halcones, y los entregó al maestro de cetrería para que los entrenara.
Pasados unos meses, el maestro le informó al rey que uno de los halcones estaba perfectamente pero que al otro no sabía qué le sucedía, no se había movido de la rama donde lo dejó desde el día que llegó.
Encargó entonces la misión a miembros de la corte, pero nada sucedió. Al día siguiente por la ventana, el monarca pudo observar, que el ave aún continuaba inmóvil. Entonces decidió comunicar a su pueblo que ofrecería una recompensa a la persona que hiciera volar al halcón.
A la mañana siguiente, vio al halcón volando ágilmente por los jardines. El rey le dijo a su corte, traedme al autor de ese milagro. Su corte rápidamente le presentó a un campesino.
El rey le preguntó:
¿Tú hiciste volar al halcón? ¿Cómo lo hiciste? ¿Eres mago? Intimidado el campesino le dijo al rey: Fue fácil mi rey, solo corté la rama, y el halcón voló, se dio cuenta que tenía alas y se lanzó a volar.
¿Será que necesitamos que nos corten la ramita? Si insistes en permanecer en tu zona de confort, no irás muy lejos. Muchas veces tenemos la justificación perfecta para no hacer, para no crecer, para no arriesgarnos, para no vivir.