Por: Luis Tayron Losada Pedraza - DBA
En estos momentos, el liderazgo se vuelve indispensable. Me refiero a liderarnos a nosotros mismos, antes de pensar en liderar a otros. La actual pandemia expresa en forma palpable y dramática una madre naturaleza que manifiesta todo su malestar por lo que hemos hecho como humanidad. El individualismo de ayer es hoy el mejor aliado de la pandemia. Este virus es una oportunidad para parar, para quitar el pie del acelerador de ese vehículo en el que nos hemos montado y en el que nos esforzamos por alcanzar lo que hemos considerado la prioridad: alcanzar la meta, el indicador de productividad. En esa frenética carrera en la que nos hemos inscrito, hemos olvidado que lo importante y lo que realmente nos hace felices ya lo tenemos y está más cerca de lo que creemos. Este virus nos ha enseñado que somos frágiles, que no somos imprescindibles y que todo lo que tenemos, en un segundo lo podemos perder. La empatía, ese gesto noble de ponerse en los zapatos del otro, emerge como una de las lecciones más fuertes de este duro aprendizaje. Todo lo que está pasando nos permite mirarnos al espejo y reconocer nuestras propias virtudes y limitaciones. Demos un no rotundo a la desesperación, recordemos que en los momentos de adversidad aparece la verdadera grandeza. No es tiempo de criticar, renegar, censurar ni maldecir, es tiempo de replantear la forma como nos movemos, en un mundo cada día más competitivo y agresivo. Es tiempo de aflorar la mejor versión de cada uno de nosotros, es tiempo de valorar, apreciar y ante todo, de actuar.