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¿El líder nace o se hace?

Por: Luis Tayron Losada Pedraza - DBA

Cuando nos referimos al líder, esta ha sido la pregunta que por cientos de años la humanidad ha planteado.

En la antigüedad, el líder era concebido como un ser superior al resto de los miembros del grupo, con atributos especiales. Para muchas personas, el liderazgo se heredaba, ya que era muy común que los líderes surgieran del seno de ciertas familias aristocráticas. Se consideraba que estos poderes o atributos especiales se transmitían biológicamente de padre a hijo o era un don de los Dioses, es decir, nacían con ellos.

A través del tiempo nos dimos cuenta de la gran equivocación, pues los líderes aparecían en todos los estratos sociales; aprendimos que el tema era mucho más complejo que provenir de ciertas familias o de contar con determinados atributos genéticos.

Investigaciones y estudios psicológicos sobre el liderazgo sostienen que buscamos en nuestros líderes la seguridad que nos proporcionaba el símbolo paterno, quien representa la primera figura arquetípica que tenemos.

Esta figura de padre, visto como un ser perfecto, poderoso e infalible, se refleja en el ambiente empresarial, en donde el líder es considerado de igual manera más grande, más inteligente y más capaz que nosotros.

No obstante, el líder no lo es por su capacidad o habilidad en sí mismas, sino porque éstas características son percibidas por el grupo como las necesarias para lograr el objetivo.

Por lo tanto, el líder es analizado en términos de su función dentro del grupo.

No es casual entonces que cuando encontramos personas que nos superan en atributos y condiciones sean vistas como líderes potenciales y colocados en una posición de liderazgo. Uno de los grandes retos, será el corresponder a esas expectativas de grandeza idealizada por los seguidores.

En cuanto al origen del líder, algunos afirman que el líder nace, otros que se hace. Considero que en efecto, algunos pueden nacer, que otros se pueden hacer y que existe una tercera categoría, que es aquella en donde el líder se hace... pero el tonto! Pues, ¿para qué contar con tantos atributos y condiciones, si no las ponemos en práctica?

La educación es mucho más importante que el "don natural"; las investigaciones demuestran que las principales capacidades y habilidades de un líder se pueden aprender. ¿Qué se requiere? Que el interesado esté dispuesto a dar lo mejor de sí, asumiendo el reto que implica renunciar a ciertos hábitos y patrones de comportamiento, rompiendo paradigmas, incorporando nuevas conductas que le permitan fortalecer su personalidad.

En síntesis, 'el líder es un producto no de sus características, sino de sus relaciones funcionales con individuos específicos en una situación específica.'

Aunque todavía se cree que hay líderes natos, es claro que se pueden crear líderes, con solo reforzar aquellas habilidades de liderazgo necesarias para una organización o situación específica.

Algunos nacen, otros se hacen, pero bien sea que se nazca líder o que se haga líder, lo que es cierto, es que es preciso desarrollar una serie de características para mandar con autoridad tales como el compromiso, ser digno de confianza, enseñar a través del ejemplo, apreciar a la gente, mantener una actitud positiva y entusiasta, tener la capacidad de animar el corazón de la gente, respetar a los demás, ser responsable, relacionarse muy bien, (entre otras). Si bien es cierto, esta última característica es muy importante, no es menos importante, garantizar que las tareas asignadas se realicen, pues el ocuparse solo de la relación humana nos puede alejar fácilmente de la obtención de resultados. La pregunta clave sería: ¿Cuántas de estas características o comportamientos practicamos?

El reto consiste en identificar aquellos rasgos en los que se necesita trabajar, aceptar que debemos cambiar nuestros hábitos, nuestro carácter, nuestro comportamiento; recordemos que no es posible mejorar sin cambiar. Los ingredientes del liderazgo no pueden ser enseñados, deben ser aprendidos. Como lo afirma la teoría lutalope: "Un deseo sin acción es una simple ilusión"

No obstante, la premisa sobre la que se construye esta temática sobre el nacimiento del líder nos dice que "No todos somos buenos para todo, pero lo que sí es cierto, es que todos somos buenos para algo". Obviamente, no basta con saber que todos somos buenos para algo, el problema siempre será el que uno se muera sin saber para qué era bueno.

En cada ser humano existe una gran capacidad para desarrollar. Será responsabilidad de quien lidera, encontrar las condiciones y atributos en cada miembro de su equipo de colaboradores, para potenciar y dinamizar sus capacidades. La función del líder es producir más líderes, no más seguidores.

A la organización llegan inicialmente individuos, estos individuos van conformando grupos y uno de los grandes retos del líder, es lograr que dichos grupos aprendan a trabajar en equipo. Como bien lo expresó T. Roosevelt: "Nadie es más inteligente que todos nosotros juntos". El líder se diferencia de los demás miembros de un equipo o de la sociedad por ejercer mayor influencia en las actividades y en la organización de éstas.

El líder adquiere status al lograr que el equipo o la comunidad logren sus metas. Su apoyo resulta de qué consigue para los miembros de su equipo, comunidad o sociedad más que ninguna otra persona.

El líder tiene que distribuir el poder y la responsabilidad entre los miembros de su equipo. Esta distribución juega un papel importante en la toma de decisiones y, por lo tanto, también en el apoyo que el equipo le otorga.

Como el liderazgo está en función del equipo, es importante analizar no solo las características de éste sino también el contexto en el que el equipo se desenvuelve, pues se considera que estas características determinan quién se convertirá en el líder del equipo.

Dependiendo si la situación requiere acción rápida e inmediata o permite deliberación y planeación, los liderazgos pueden caer en personas diferentes, pues el liderazgo tiene un carácter situacional.

Tras un panorama de tantos cambios e incertidumbre permanece una constante: "liderar nunca había sido tan retador".

Las últimas investigaciones a la luz del año 2014 señalan que la competencia más crítica del liderazgo es la de dirigir y gestionar el cambio. He aquí pues el reto para quienes desean alcanzar estándares superiores en sus organizaciones. Como bien reza un proverbio Chino: "Si no cambiamos la dirección de nuestros pasos, es muy probable que acabemos llegando allí adonde nos dirigimos"